Palabra de moda: crianza con apego. En el mundo de mamás manejan un estilo al cual le llaman a la convivencia con los hijos “crianza con apego”.
La parte de “apego” no me hace ruido. Usualmente se refiere a la lactancia materna, la cual apoyo enteramente.
Pero la “crianza” es como una forma sutil de enmascarar un estilo de permisividad. La crianza es una especie de domesticación de homo-sapiens. Como si los hijos fueran una especie de mascota de lujo.
Es como entrenar al hijo para que no moleste. Se basa en “educar” a partir de las emociones—únicamente. Se prioriza conseguirle su felicidad y evitarle cualquier frustración.
Seguramente la Mamá que está leyendo esto ya le caí mal. Qué pena, pero qué bueno.
El riesgo es “criar” un buen salvaje. Un eterno adolescente en el cuerpo de un adulto. Alguien que elige hacer el bien, pero porque le da miedo hacer el mal, no porque se le de la gana.
Educar hijos es aceptar que todos lo estamos haciendo mal, unos peor que otros (T. Melendo) y que la diferencia está en convertir los errores y “tragedias” en tesoros de formación. Porque la pregunta no es si un dia se va a fracasar, sino mas bien como se va a aprovechar ese fracaso (Arthur Brooks). La experiencia del fracaso nos proporciona, por encima de todo, una oportunidad para ver nuestra existencia en su desnudez. El fracaso nunca está para dar respuestas. Lo que ofrece, en cambio, es una posición mejor desde la que formular la pregunta. Lo cual puede ser más importante que una respuesta (Costica Bradatan).
La “crianza” de hijos delata que alegría de la maternidad ya no es la de dar vida, sino solo la de “tener un hijo ideal” para reflejar en la imagen del hijo su propia imagen narcisista (Maria Calvo).
Lo que hay detras de la “crianza” es que:
las mujeres nos independizamos de los hombres, pero al renunciar al padre, caímos en una nueva esclavitud femenina: la dependencia absoluta de los hijos. […] Sin embargo, para los hijos, ser sobrevalorados no es fuente de fuerza, sino de una grandísima inseguridad.
— Orgullo de Madre, Maria Calvo
De ahi que el fracaso no sea fuente de formación, y que la educación se limite a sacar buenas calificaciones.
Para enfrentar esto, es indispensable la presencia del varón, el papá. Pero no una presencia de adorno, como cajero automático. Es de meterse en un lío y arrancar psíquicamente a la cría de su madre adoptándolo simbólicamente. Hay que quitarlo del centro y dejarlo en la periferia para protegerlo de un posible secuestro emocional de parte de su madre.
La madre capaz de hacer el regalo de la libertad al hijo es aquella que sabe que los hijos son descendencia, no pertenencia y que ser genitora de vida no le hace su propietaria. Por ello, el padre deberá separar con delicadeza, de forma amorosa y responsable, pues no abandona al hijo a su suerte, sino que, en un proceso de iniciación, le guía, le marca el camino, le concede herramientas morales, éticas y espirituales para la nueva andadura y le enseña cómo sobrevivir lejos del campamento base de mamá.
— Orgullo de Madre, Maria Calvo